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Caso 804

Mi esposa tuvo que irse a otro departamento por motivos de trabajo. Ella me dijo que la acompañara para cuidar a nuestros hijos, y que ella iba a mantener la casa.... Pero mi suegra, por razones médicas, tuvo que vivir con nosotros.... y tan pronto como llegó, las cosas cambiaron.... Ella comenzó a aportar para la manutención de todos nosotros junto con mi esposa, de modo que me [menospreciaron] y vieron la oportunidad de cambiar en su manera de tratarme. Ahora mi esposa le cuenta todas las intimidades y nuestra vida marital en detalle....

Tuve una fuerte pelea con mi suegra y, por lo tanto, con mi esposa.... quien está más a favor de mi suegra. Hoy, por un malentendido, me echaron de la casa....

Extraño muchísimo a mis hijitos.... No quiero descuidar la manutención, que por ley me corresponde, mientras esté desempleado.... Pienso que hasta nuestro Creador se olvidó de mí. Reconozco que soy un pecador y que tengo muchos tropiezos.

Consejo

Estimado amigo:

Nuestro Creador jamás lo olvidaría, como usted teme, pero es probable que haya optado por vivir de una manera que pasa por alto la presencia de Dios en su vida. Es cierto que usted es un pecador igual que lo somos los demás, pero es precisamente por eso que todos necesitamos incluirlo a Él en nuestra vida diaria. Él no es un Dios impersonal y distante que creó al mundo y luego se alejó. Es más bien un Dios personal que nos ama y nos ofrece una manera de vivir que es mejor y nos hace más felices.

No nos extraña que se sienta maltratado. Usted creía que tenía un acuerdo con su esposa en que ella se encargaría del sustento económico de la casa mientras usted se ocupaba de los hijos y del hogar. Pero luego su suegra comenzó a vivir con ustedes y comenzó a poner en tela de juicio ese arreglo. Nosotros no podemos saber todo lo que de veras está pasando, pero es posible que su suegra crea que usted no está cumpliendo debidamente con su responsabilidad. Tal vez ella espere que usted haga más que lo que está acostumbrado a hacer.

Muchas suegras protegen como fieras a sus hijos adultos y no dejan de abogar por ellos de la misma manera en que lo hacían cuando eran pequeños. Se entrometen en las relaciones entre sus hijos y las demás personas, incluso con los cónyuges de sus hijos adultos. Por lo general sus motivos son puros, pero con frecuencia sus acciones ponen en peligro la unidad y el vínculo que Dios quiso que mantuvieran el esposo y la esposa.

Los padres y las madres que son prudentes comprenden que sus roles respectivos se vuelven secundarios el día en que se casa su hijo o su hija. Quienes desean que sus hijos adultos sean felices harán todo lo que puedan para apoyar el matrimonio de ellos, incluso cuando no estén de acuerdo con las decisiones que esos hijos adultos toman.

Lamentablemente, no conocemos a su esposa ni el punto de vista de ella, así que sólo podemos darle dos sugerencias. La primera es que consulte a un consejero matrimonial profesional, y la segunda es que le pida a Dios que le muestre los otros pasos que le conviene dar.

Le deseamos lo mejor,

Linda

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