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Caso 393

Desde el año 2000 tengo ataques de pánico y fobia.... Estuve dos años bien sin ansiolíticos, pero ahora no sé qué pasó que mi ansiedad es mucho peor que antes. Estoy muy irritable. Por ejemplo, una vez cambié el auto, y me sentí nerviosa y con ansiedad. No pude salir esa tarde. Tuve que tomar ansiolítico para poder estar bien...

Al igual, todo lo relacionado con la muerte me impresiona. No puedo ir a velorios ni verlos por televisión, ¡y le tengo miedo a la muerte! ... Quiero sanarme, y me frustro mucho cuando siento miedo.

Consejo

Estimada amiga:

Sentimos mucho lo que usted ha sufrido. Cualquier enfermedad es desalentadora, pero los ataques de pánico y ansiedad son trastornos que producen bastante confusión e información incorrecta. Sin duda alguien le ha dicho que debe simplemente espabilarse y sobreponerse. Quienes nunca han padecido ataques de pánico o ansiedad no pueden comprender.

¿Por qué cree que la ayuda el ansiolítico? La respuesta es la misma que para cualquier otro medicamento. La ayuda porque hay algo en su cuerpo que no está funcionando debidamente. La medicina elimina los síntomas del problema o lo curan.

Un ataque de pánico es como una falsa alarma contra incendios. Cuando suena, todo el mundo sale corriendo atemorizado, y el cuerpo de bomberos llega y se dispone a trabajar, pero no hay ningún incendio que apagar. En un ataque de pánico el cerebro recibe una falsa alarma de que hay peligro, y el cuerpo produce adrenalina para acelerar el ritmo cardiaco de modo que el corazón pueda bombear sangre más rápidamente, que a su vez prepara el cuerpo para huir o afrontar el peligro. La víctima percibe esos cambios en el cuerpo, pero no los puede relacionar con ninguna razón para sentir temor, así que con frecuencia cree que se deben a alguna enfermedad. Muchas de las víctimas de ataques de pánico tienen que consultar a un médico antes de llegar a comprender que en realidad no sufrieron un ataque cardiaco.

Ciertas situaciones que han sido desagradables en el pasado pueden provocar un ataque, o el episodio puede comenzar sin razón alguna. Los ataques por lo general ocurren cuando una persona está sintiendo más estrés de lo normal, pero no siempre es así.

Suponemos que ya consultó a un médico, porque dice que toma ansiolítico. Ese medicamento puede serle útil, sobre todo hasta que haya tenido la oportunidad de ensayar maneras de afrontar los ataques.

Ensaye la siguiente técnica a fin de estar preparada para el próximo ataque que sufra. Comience respirando lentamente de manera que el estómago se le infle como un globo. Mientras continúa esforzándose al máximo por inflar ese globo lentamente, anote en un cuaderno los síntomas físicos que se manifiesten. ¿Está sudando? ¿Le está latiendo fuertemente el corazón? Mientras ensaya, anote lo que recuerda acerca del último ataque. Luego anote lo que usted estaba haciendo cuando el ataque comenzó. Cuando le sobrevenga el siguiente ataque, no olvide seguir respirando lenta y profundamente mientras escribe en el cuaderno. El concentrarse en su respiración, mientras toma nota de sus síntomas, será una manera mucho más eficaz de afrontar el ataque.

Tratar de convencerse de no ceder al pánico puede ser peor. Y frustrarse consigo misma hace que sienta más estrés, que pudiera causar más síntomas.

En cuanto a su temor a la muerte, la mayoría de las personas lo han sentido alguna vez. Pero todos los que creemos lo que la Biblia dice y tenemos fe en Dios también creemos que podemos ir al cielo cuando perezca nuestro cuerpo. Cuando le pedimos a Dios, en el nombre de su Hijo Jesucristo, que nos perdone nuestros pecados, y nos esforzamos al máximo por vivir conforme a los principios que enseña la Biblia, esperamos que nuestra alma sea transportada de este mundo al siguiente tan pronto como tomemos el último aliento. Uno de los versículos más conocidos de la Biblia, que se encuentra en el Evangelio según San Juan, describe cómo es que llega a suceder. Dice así: «Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.»1 Esta promesa de vida eterna quiere decir que no hay nada que temer. Aunque nuestro cuerpo ha de morir, podemos vivir para siempre.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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1 Jn 3:16

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