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Caso 187

Tenemos ya siete años de matrimonio y una niña de seis años.... Durante años... predominó el maltrato entre [mi esposo y yo], del cual era testigo nuestra pequeña, quien a veces intervenía (con tres añitos) pidiendo que no peleáramos más. Le gritábamos y la mandábamos a callar mientras continuaba nuestra contienda.

Hace dos años, [Dios transformó nuestra vida] y hemos tratado de cambiar. [Pero] nuestra hija ha sido objeto de maltrato durante años, por nuestra parte, gritos, amenazas, humillación, indiferencia y carencia de tiempo y afecto para ella. Se ha tornado una niña quejosa, llorona, pesimista. Sabemos que somos responsables por el daño que le hemos causado. ¿Qué podemos hacer para devolverle la seguridad, la alegría, y tratar de borrar las secuelas del maltrato al que la hemos sometido?

Consejo

Estimada amiga:

¡Los felicitamos por su nueva vida como seguidores de Cristo! Como han descubierto, una relación personal con Dios nos da la fuerza y la sabiduría necesarias para lograr una vida mejor para nosotros y para nuestra familia. Cuando Dios perdona nuestros pecados, ya no tenemos que preocuparnos por las consecuencias eternas de nuestro pasado. Sin embargo, como también han aprendido, el perdón de Dios no borra las consecuencias naturales de los pecados que cometimos en el pasado ni de los que cometamos en el futuro.

Usted dice que su hija sufrió a causa de la conducta anterior de ustedes. ¡Si tan sólo hubiera más padres dispuestos a reconocer los efectos que su conducta tiene en sus hijos! Esos años ustedes no los pueden volver a vivir, y es posible que sean duraderos los efectos negativos que tuvieron en su hija.

Sin embargo, ustedes pueden comenzar hoy mismo a forjar un futuro mejor para su hija. Vale la pena señalar que las actitudes negativas y la tendencia a quejarse a veces se deben a un factor genético, así que su hija pudo haber sido pesimista aunque se hubiera criado en un hogar siempre feliz. Es probable que uno o más de sus padres o abuelos tenga cierta tendencia al pesimismo, y que ella haya heredado ese rasgo negativo de parte de esa persona.

Pero ya sea que la haya heredado o la haya aprendido a través del ambiente en que se ha criado, el quejarse y ser llorona son características en las que a ustedes les gustaría influir de manera positiva. Si usted y su esposo muestran una actitud positiva en su propia vida, ella habrá de seguir ese ejemplo en su subconsciente. Cada vez que opten por considerar un vaso de agua medio lleno en vez de medio vacío, le sirven de modelo a ella en cuanto a esa actitud.

Léale un pasaje de algún libro a su hija cada noche antes de que ella se duerma. Escoja los relatos verídicos de personas que han vencido grandes obstáculos en la vida. Muéstrele videos de atletas con prótesis en las piernas y de deportistas sin brazos. Participen en actividades en que se da de comer a los hambrientos y se ayuda a los desamparados, y hable con ella acerca de las experiencias que tengan. A medida que se entere de las personas de veras desafortunadas que la rodean, su hija poco a poco irá comprendiendo que tiene muchas razones por las cuales ser positiva en cuanto a su propia vida.

Propóngase cambiar la manera en que le hace preguntas a su hija con relación a los pormenores de su vida. Por ejemplo, en lugar de preguntarle: «¿Cómo te fue hoy?», lo cual probablemente resulte en una respuesta negativa, pregúntele: «¿Qué sucedió hoy que más te gustó?» Si ella contesta: «Nada», entonces pregúntele: «¿Qué sucedió hoy que hubieras cambiado si tú fueras la maestra?» Y cada vez que ella dé una respuesta negativa, determine que la próxima vez usted hará la pregunta de tal manera que a ella le cueste más trabajo contestar de un modo pesimista.

Le deseamos lo mejor,

Linda

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