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Caso 58

Hace ocho meses cambié de empleo. Llevo la contabilidad de una empresa pequeña. El dueño me ordena hacer cosas ilegales, como bajarle los impuestos y liquidar mal las horas de los trabajadores. Desde que hago esto, no tengo paz. Me siento muy mal porque estoy robando al estado y además estoy fallándole a Dios.

Siempre pido a Dios que cambie el corazón de este hombre para que haga las cosas como se debe. Él ha mejorado en algunos aspectos, pero no sé qué debo hacer: ¿renunciar, o continuar en el trabajo orando por él, para que Dios haga su obra? ¿Qué decisión debo tomar?

Consejo

Estimada amiga,

Al parecer, usted se encuentra en una de esas situaciones difíciles en las que se tiene que decidir entre dos opciones que bien pudieran tener resultados positivos, como también consecuencias negativas. Con frecuencia es difícil analizar qué es más importante: los resultados positivos posibles o las consecuencias negativas probables.

Muchas personas pueden identificarse con su caso. Tienen jefes que exigen un comportamiento inmoral y a veces hasta ilegal de parte de sus empleados. Pero necesitan el empleo, de modo que guardan silencio y esperan que nadie se entere. Sin embargo, como usted plantea en el caso suyo, la conciencia les recuerda que no todo está bien, y no pueden hallar paz.

Dios le dio la conciencia para librarla de situaciones que pudieran robarle la paz que sólo resulta de estar en armonía con Él. Por eso el apóstol Pablo dijo: «En todo esto procuro conservar siempre limpia mi conciencia delante de Dios y de los hombres.»1 No haga caso omiso del mensaje que su conciencia de continuo pone en su mente. Para tener una conciencia limpia delante de Dios y de los hombres (las autoridades competentes en particular), creemos que debe renunciar a su trabajo.

Hay personas que están en su misma situación, pero creen que no pueden renunciar a su trabajo por una razón u otra. Día tras día, vuelven a su lugar de empleo y se ven obligadas a actuar en formas que contravienen sus principios y sus normas éticas. En estos casos, tarde o temprano una de dos cosas ocurre: o viven constantemente agitadas a tal punto que pueden contraer una enfermedad a causa del estrés, o les falla la conciencia y ya no sienten ninguna culpa por las decisiones poco éticas e ilegales que rutinariamente les toca tomar. Le animamos a que evite estas consecuencias indeseadas dejando su trabajo actual lo antes posible, y a que le pida a Dios que le ayude a encontrar un nuevo empleo en el que no se vean comprometidos sus principios éticos.

Por supuesto, debe seguir orando por su jefe, pidiendo a Dios que le hable por medio de la conciencia. Tal vez el ejemplo del firme propósito suyo sea el factor que finalmente capte su atención y lo lleve a evaluar su conducta.

¡Haga lo que le dicte la conciencia!

Linda y Carlos Rey
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1 Hch 24:16

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