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Caso 536

Soy comerciante, y un cliente me habló de un «negocio». Me dejé llevar por la codicia, y acepté. [El trato] consistía en guardar dinero de personas de dudosa reputación. A cambio, ellos me darían un dinero por hacerlo; pero tendría que dar un encaje, o sea, dinero para que me entregaran el presunto dinero. Ahora no sólo no tengo el dinero prometido, sino que he perdido el dinero que era mío. De la impotencia y la rabia que siento, he querido actuar mal.

Consejo

Estimado amigo:

Sentimos mucho que haya sido víctima de un negocio fraudulento.

Está enojado y se siente impotente porque reconoce que se aprovecharon de su debilidad (usted la llama codicia) para perpetrar ese fraude. Ellos son aún más codiciosos que usted. Tales personas son capaces de explotar a los ancianos, a los desesperados económicamente y a personas comunes y corrientes como usted que sólo quieren salir adelante.

Sin embargo, usted ahora reconoce que al «sólo tratar de salir adelante» estaba dispuesto a comprometer sus valores morales. Usted evaluó la situación y decidió que una posible ganancia económica le era más importante que la honradez y la integridad. Estaba dispuesto a sacrificar su entereza de carácter a fin de percibir ganancias materiales.

Además de su carácter, usted perdió sus valores morales. Esa pérdida debiera enfurecerlo más que cualquier otra cosa.

Muchas personas creen que el apóstol Pablo enseñó que el dinero es la raíz de toda clase de males, pero eso no es lo que él dijo. Él enseñó, más bien, que la raíz de toda clase de males es el amor al dinero.1 En el caso suyo, lo que usted hizo revela que ha amado el dinero más que su propio carácter y sus valores morales.

Si ese «negocio» hubiera tenido buen resultado, y usted hubiera ganado una buena suma de dinero, ¿qué más podría haber estado dispuesto a hacer a fin de obtener aún mayores ganancias económicas? ¿Con qué personas deshonestas podría haberse enredado? ¿Qué problemas podría haber tenido con las leyes de su país? ¿A quiénes podría haberles mentido o robado?

Usted no es el único; cada uno de nosotros tiene la tendencia a ser tentado por dinero fácilmente adquirido o por el deseo de «salir adelante» haciendo algo que es moralmente indebido. Pero el hecho de que todos seamos tentados no significa que sea lo correcto. No por eso deja de ser pecado.

Menos mal que Dios sabía que nosotros seríamos tentados y que cederíamos ante esa tentación. Él sabía que tomaríamos ese tipo de malas decisiones y que haríamos cosas indebidas.

Por eso Dios sacrificó a su único Hijo, Jesucristo, para que pagara el castigo eterno por nuestros pecados. Si usted ora en sus propias palabras y le pide a Dios que quite sus pecados en el nombre de Cristo, Él lo hará. Luego pídale que lo acompañe y lo ayude a restaurar su entereza de carácter para que tome decisiones acertadas en el futuro.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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1 1Ti 6:10

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