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Caso 378

Hace cinco años que tengo una relación de noviazgo. Tenemos dificultades económicas para casarnos. No puedo evitar tener envidia, desesperación y tristeza en mi corazón cada vez que alguien conocido anuncia su matrimonio. Yo sólo trato de disimular lo que siento y de asistir [a la boda] aunque me sienta mal. No sé cómo sacar la envidia de mi corazón y alegrarme con los que están alegres. No puedo sentirme feliz al ver que otros han obtenido esa bendición antes que yo, y que no sé cuánto tiempo más tendré que esperar. ¿Qué puedo hacer?

Consejo

Estimada amiga:

Nos alegramos de que reconozca que la envidia le hace daño. Al pensar vez tras vez en lo que usted tiene y que compara con lo que tienen los demás, se está condenando a la infelicidad. Los adultos que tienen madurez emocional aceptan el hecho de que la vida no es justa, nunca ha sido justa, y jamás será justa, y luego determinan sacarle el mayor provecho posible a lo que tienen. En cambio, los que se comparan con otros en cualquier esfera de la vida, convencidos de que debiera haber equidad o justicia de alguna manera, se decepcionan constantemente. Luego se enojan y se irritan, lo cual los aísla de sus amigos y de su familia, y eso los hace más infelices.

En el caso suyo, no sabemos si usted y su novio carecen de los recursos económicos para la boda, o si carecen de los recursos para sustentarse por cuenta propia después de la boda. Debido a que las bodas a las que usted asiste le causan tanta molestia, daremos por sentado que carece de los fondos necesarios para la boda que quisiera tener.

Las bodas provocan la envidia de muchas mujeres en todo el mundo. Ven bodas hermosas por televisión y en las películas y cine, y terminan por convencerse de que el espléndido evento y el costoso vestido de novia son indispensables para casarse. Y ven cómo ciertas familias tratan de demostrar que tienen dinero y prestigio social al invitar a todos sus conocidos a una suntuosa cena después de la ceremonia. Y sin embargo los buenos matrimonios no dependen de nada de eso, como lo confirman tantos divorcios que se dan a los pocos años de las bodas.

Cuando nuestra hija se casó hace algunos años, no teníamos el dinero para que ella y su prometido tuvieran una boda costosa. Así que le ofrecimos una limitada suma de dinero con el consejo de que tenían la libertad de invertirlo en una vivienda en vez de una boda. Ellos decidieron casarse en un parque, y luego que unos cuantos familiares y amigos fueran a una casa para una pequeña fiesta. Yo me encargué de las flores, una amiga hizo el pastel, y otros amigos prepararon algunos alimentos. La ceremonia fue linda y la fiesta agradable, pero no costó mucho dinero. Estuvimos orgullosos de ellos porque decidieron no desperdiciar una buena cantidad de dinero en una gran fiesta que sólo duraría unas cuantas horas.

El escritor del libro a los Hebreos enseñó: «Manténganse libres del amor al dinero, y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: “Nunca te dejaré; jamás te abandonaré.”»1 En esas palabras encontramos el remedio para la envidia: estar satisfechos con lo que tenemos y depender de la ayuda de Dios para lo que de veras necesitamos. Pídale a Dios que la perdone por la envidia que tiene en el corazón y que le ayude a confiar en Él para el futuro.

Le deseamos lo mejor,

Linda
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1 Heb 13:5

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