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Caso 82

Conocí a un hombre que, según me dijo, era divorciado. Dada su extrema amabilidad, su afán de protegerme y su amor, acabé accediendo, y convinimos en vivir juntos. Al cabo de muchos meses, me dijo que vendrían a visitarlo sus hijos y la madre de ellos, y que debía recibirlos en nuestra casa. El caso es que él nunca estuvo separado. Divorciado sí, pero de común acuerdo con su mujer para ver la posibilidad [de] casarse en este país y [tomar] la nacionalidad y emigrar la familia completa. Todo no fue más que mentiras y fingimientos. Él nunca tuvo ninguna buena intención conmigo. Sé que a mi edad es muy tonto haberme dejado estafar emocionalmente, pero tal vez por tantos años de soledad caí en sus mentiras.

Les escribo mi triste experiencia para descargar mi conciencia, para que le sirva como testimonio a alguien que pudiera encontrarse en una situación similar, y más que nada para alcanzar el perdón de Dios por no haber sabido respetar la dignidad con la que Él me revistió.

Consejo

Estimada amiga:

Es usted muy valiente al contarnos su caso, y tiene sabiduría al reconocer que puede ayudar a otras personas al admitir que cometió un gran error. Lamentablemente hay muchos que están dispuestos a mentir, a engañar y a tener relaciones sexuales a fin de obtener la ciudadanía en otro país, sin importarles a quiénes perjudican al hacerlo.

Las mujeres son las víctimas más frecuentes de este tipo de manipulación debido a que son ellas las más propensas a dejar que sus emociones se impongan sobre su capacidad de razonar. Sin embargo, la mayoría de ellas piensan que eso nunca pudiera sucederles. Por lo general creen que su intuición las ayudará a identificar a cualquiera que trate de aprovecharse de ellas. Pero lo cierto es que las personas sin escrúpulos tienen mucho éxito en explotar a las mujeres (y a los hombres) al aprovecharse de sus debilidades.

Nosotros creemos que a cada mujer le conviene hacer una lista bien pensada de reglas sensatas para sí misma y determinar que no las quebrantará, ni siquiera si siente que está perdidamente enamorada. Debe guardar las reglas por escrito y darles copias a algunas amigas y a algunos familiares. La lista debe comenzar con reglas acerca de los límites en cuanto al dinero y a las relaciones sexuales.

Dios diseñó el sexo para que fuera una expresión amorosa entre un hombre y una mujer que están comprometidos de por vida mediante el matrimonio. Él tuvo la intención de que fuera la intimidad suprema que resulta de lazos de amor tan especiales que no pueden incluir a nadie más. Es un regalo que la esposa le da al esposo, y que el esposo le da a la esposa. Dios quiso que fuera hermoso, puro y exclusivo.

Muchos creen que las prohibiciones bíblicas en contra de las relaciones sexuales fuera del matrimonio han pasado de moda. A niños, jóvenes y adultos la cultura popular les ha lavado el cerebro para que crean que las relaciones sexuales deben practicarse comúnmente en cualquier relación romántica entre adultos. Y hay quienes creen que las relaciones sexuales no son más que una diversión sin componente emocional.

Después de comenzar a tener una relación sexual, es muy fácil optar por vivir juntos por razones prácticas. Pero con frecuencia cuando los dos realmente comienzan a conocerse, comienzan también a desilusionarse. Descubren que en realidad no quieren permanecer juntos, pero ya a esas alturas la situación se ha complicado tanto que sienten que no tienen ninguna salida. Así que uno de ellos o los dos acaban por tener relaciones sexuales con otras personas. Se sienten atrapados, y la felicidad los elude como un sueño distante.

Usted menciona que quiere que Dios la perdone por no respetar la dignidad con que Él la creó. Le aseguramos que Dios la perdonará si se lo pide. Él quiere restaurar su dignidad y su amor propio para que usted pueda exigir que los demás la traten como es debido. Usted ha aprendido una valiosa lección que la ayudará a evitar decisiones imprudentes en el futuro. Establezca reglas que demuestren que usted valora tanto sus emociones como su cuerpo.

Gracias por contarnos su caso,

Linda y Carlos Rey

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